10 de junio de 2016

la sorpresa del perdón

Hay que tener siempre muy en cuenta, cuando uno lo pide, que no todo el mundo es capaz de dar sin perjuicios el estimado perdón.
A veces podemos dudar de nosotros mismos, dudamos incluso de contar algo que nos resulta tan complicado, o cruel, o dramático, que cuando lo hacemos, para ser absueltos, olvidamos que nos ponemos en las manos de quien tiene que otorgar ese perdón, quizá no sea capaz, y por el contrario, le invadan otros sentimientos para paliar esa dificultad de administrar amnistía.
¿Crees que vas a ser perdonado de corazón o que el ser al que te encomiendas jurará velada venganza?
¿Crees que tan grave ha sido la falta que ese ser podria ocupar su estatus para otorgarte una pena quizá a ese nivel que el considera justo?
¿Quién puede juzgarte, perdonarte?, ¿ante quien puedes redimirte?
A veces debido a la zozobra nos rebajamos y pedimos clemencia, sin saber que el castigo o la pena será más cruenta que el propio acto de pedir esa piedad.
¿Cómo actuar cuando realmente necesitas perdón y no castigo? ¿Cuando llega esa seguridad, acaso llega siempre?
¿Merecemos el castigo o merecemos ser conmutados?
¿Cómo saber si quien te perdona lo hace o guarda rencor?, ¿sabremos en algun momento que en verdad hemos sido perdonados, o debemos esperar lo peor?
Siempre que perdonemos deberíamos hacerlo de corazón, porque si acaso el recuerdo de los actos a olvidar de quien nos pide esa clemencia, es suficiente para saber que cuando nosotros la pidamos, necesitaremos esa tranquilidad que nos permita seguir creyendo en las personas y no sentir que no ha servido para nada, o peor, ha servido para comenzar un juego de odio del cual ya es muy complicado, sino imposible, salir.