1 de mayo de 2007

El conductor y yo

Cierto día, no hace mucho, fui agraciado con un premio de la lotería.
No, no fue muy cuantioso, pero fue lo justo para alegrarme los días posteriores y darme algún caprichito.

Ese mismo día que salieron mis números en la lotería, me hicieron una llamada desde el trabajo para confirmarme que mi destino cambiaba; me habían trasladado de oficina a una más próxima a mi domicilio.

Yo, contento y entusiasmado por la mejora, di las gracias a la secretaria y acto seguido me dispuse a comprar regalos para todos mis amigos y familiares.

Al día siguiente me dispuse a ir al trabajo, tomando el primer autobús que justamente partía desde la parada frente a mi casa hasta cerca de mi nuevo lugar de empleo.

Acicalado y muy elegante, con mi periódico bajo el brazo, pagué al conductor con un billete pequeño y el me miró con cara de tristeza.

-Lo siento, señor, acabo de montar en el autobús y no dispongo de cambio. Es mi primer día de trabajo y ni siquiera pensé me me hiciera falta en la primera parada el cambio para un billete.

Yo le miré enfadado pero pronto se me quitó el ceño fruncido. Tan sólo era un billete pequeño, apenas 4 veces el precio del billete, al chico se le veía apenado por la situación, y decidí dejarle el resto del dinero hasta que otro viajero subiera y pudiera darme el cambio.

Durante el viaje pregunté al conductor acerca de mi destino y me indicó con pelos y señales por que calles debía llegar a la puerta de mi trabajo.

Al llegar a la última parada, ningún nuevo pasajero pagó en efectivo, por lo que el conductor no tenía forma de devolverme el cambio del billete.

-No hay ningún problema- le dije-. Muchas gracias por la explicación, tómese algo a mi salud y tenga buen día.

El conductor me dio las gracias y yo ese día tuve una dura jornada de trabajo.

Al día siguiente me topé con el mismo conductor en el autobús, al verme sonrió y me dio los buenos días.

Antes de disponerme a pagar, con una sonrisa me dijo que no disponía de cambio y nos echamos a reír.

Ese hombre tenía cara de pena, y yo supe en ese momento que el pequeño cambio que le dejé le sirvió para tomarse un café, leerse el periódico y una cervecita a media tarde y eso le había alegrado el día, así que le pagué con otro billete pequeño y le volví a agradecer el viaje del día anterior, me dio las gracias con una gran sonrisa y después de una charla con él, me llevó a mi destino, alegrándome a mi, de alguna forma, también la jornada.

Durante toda la semana hubo el mismo juego, yo subía al autobús, le pagaba con un billete pequeño y conversábamos durante el trayecto. Siempre empezaba el recorrido del autobús y yo siempre tomaba el transporte a la misma hora, por lo que coincidíamos.

El lunes de la semana siguiente llegué al autobús sofocado, casi lo pierdo y eso me hubiera supuesto casi seguramente la pérdida de mi trabajo, subí y ante mi sorpresa descubrí que había olvidado mi dinero junto a la cartera en mi casa y no podía volver por falta de tiempo.

El conductor me dió los buenos dias, me recibió con una amplia sonrisa que yo traté de esbozar y me preguntó jocoso cual era mi destino, que él sin duda conocía.

Yo le respondí que me esperaba un duro día de trabajo y le comenté el olvido que había sufrido.
Bajando los ojos me dijo, sin mirarme a la cara.

-Lo siento señor, pero si no tiene dinero no puede subir al autobús, por favor, bájese y deje paso a los siguientes pasajeros.

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¿Actuó bien el conductor del autobús?
¿Qué hubieras hecho siendo él?
¿Y siendo yo?
¿Qué es lo que moralmente se consideraría correcto en este caso?

A todo el que responda le daré la respuesta.