Lorenza, la esquelética

Los huesos de Lorenza están articulados por tres nervios secos que debajo de la piel que cubre la capa ósea de su cuerpo mueven como una marioneta esquelética todo el cuerpo serrano de la niña.

 

Lorenza es amiga de Amparo la estrecha y de Marisol la Granuda. Juntas las tres niñas del edificio solían jugar a los médicos con el vecinito del sexto, el hijo de Segismundo el Machomen, llamado Telésforo, el antiguo.

 

Las tres lo metían a escondidas en el cuarto de las basuras, lo desnudaban y le hacían maldades típicas de la edad, como lamerle las partes nobles y sentarse encima de él abriendo la almejilla sobre sus partes pudientes, pero sólo jugando claro, sin ninguna connotación sexual.

 

Luego entre las tres se repartían los fluidos que le manaban al Telésforo y se iban todos a casa tan contentos.

 

Ahora que la Marisol estaba en el reformatorio por haber intentado matar a la vecina la broma ya no era tan fácil.

 

Entre la Amparo y la Lorenza no podían llevarse al Antiguo tan fácil al cuarto de basuras, y eso que el pobre niño es ciego, mudo y manco a causa de una enfermedad horrible que aun esta por diagnosticar y que tiene que ver con el primer proceso del embarazo humano mezclado con las drogas de alto siseño que tomaba su amantísima madre antes de parirle.

 

La Lorenza ya no se divertía igual, a ella le gustaba que la Marisol pegara batacazos por ahí y dejara inconscientes a los niños que pasaban por delante del portal para luego aprovecharse de ellos entre las tres en el cuarto de los contadores de agua del edificio.

 

La Marisol la había llamado desde el reformatorio, ella quería que fuera a visitarla porque tenía un plan para fugarse, pero la Esquelética, con su larga sombra que apenas era perceptible, tenía miedo de esos sitios porque su padre decía que allí sólo había delincuencia y malas personas.

 

Ahora la Lorenza tenía un dilema, y no sabía si visitar a su amiga de incógnito, con una peluca rubia pollo para que su padre no la viera, o decirle a la Marisol que ya no la adjuntaba y así evitar ir a verla aunque seguía siendo su amiga del alma y compañera de violaciones.

 

Claro que la Marisol para asegurarse que sus amigas la visitaran había urdido un horrible plan; si no la visitaban, acabaría delatándolas para que la acompañaran, aunque fuera entre rejas, aunque tuviera que contar con pelos y señales como le lamían la longaniza a su ciego vecinito.