2 de junio de 2009

El sueño de anoche

Anoche tuve un sueño.

Estaba en una ciudad estraña, me había ido de vacaciones con toda la gente que conozco. Extraño, pero había llegado allí hasta con amigos que hace tiempo no sé nada de ellos.

En cuanto llegamos y todos se fueron a descansar, yo decidí irme a dar una vuelta y ver la ciudad.

Nada mas salir del lugar donde nos hospedábamos, me encontré con un edificio precioso, hecho de plata, que me llenó de asombro y pensé "esto tienen que verlo todos, no solo debo disfrutarlo yo".

Seguí andando por las callejuelas y pasaron horas, mientras miraba las tiendas, las casas, todo era muy extraño, porque yo pensaba que estaba en un lugar y no se parecía a nada en lo que yo esperaba.

Al rato me encontré una pastelería estupenda, llena de dulces y yo, famélico que estaba, decidí comprar algo de comer. Antes de entrar me di cuenta de que tan solo llevaba unos euros encima, y lo peor era que allí esa moneda no servía. Se hacía oscuro y no había visto ningún banco, por lo que no tenía forma de imaginar cómo podría cambiar ese dinero para que fuera efectivo para esa ciudad.

Cuando me dí la vuelta después de mirar el escaparate, las calles ya estaban vacías y la noche estaba cayendo. Decidí volver al lugar donde nos estábamos quedando, pero no recordaba cómo llegar. 
Tan solo recordaba aquel edificio.
Y no tenía a quién preguntar si lo conocían.
También me dí cuenta de que nadie hablaría mi idioma, ni llevaba movil ni la dirección del lugar.

Vi una salida de metro y quise recordar que había una cercana a donde debía volver. Me acerqué pero no tenía opción de nada, ya que estaba cerrado.

Sólo podía oir algún grillo, como si la ciudad entera hubiera caido en un silencio atroz.

Y me puse a caminar, pensando en las calles por las que había pasado. Tardé hasta el amanecer, cansado, con sueño, hambre y sed, hasta que llegué a ver aquel edificio tan bonito, con el sol saliendo por la parte de atrás del mismo.

Me quedé mirando la fachada, esa fachada que tanto me gustó cuando la el dia anterior y pensé que lo mejor sería volver a ver a los mios. 

Me di la vuelta, y en el  lugar del hotel del que había salido, había un cementerio, lleno de cruces oxidadas, y un par de gatos ronroneando, agradeciendo el amanecer fresco de aquel hermoso día. 


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