5 de abril de 2006

Mermelada de coches- Parte 1


Si buscas la palabra Jam en cualquier traductor inglés-español de la red, la respuesta mas usual es: mermelada.
Pero existen otras Jams.

Mi decimooctavo cumpleaños había sido 4 días antes. Aquel 5 de agosto era el primer año que pasaba las fiestas de La Blanca trabajando, y además hasta muy tarde.
Estaba cansado de vivir en casa, de las malas maneras de mi padre, de la rutina de aquella ciudad tan pequeña como un pueblo donde todos nos conocíamos, de no lograr acabar mis estudios. Los pequeños grandes motivos que me impulsaban a evolucionar en otra parte del mundo cada vez eran mas grandes pequeños motivos. Eso y una bola del mundo que había en los grandes almacenes del centro, hicieron el resto.

La hice rodar y sin mucho conocimiento paré la esfera terraquea con el dedo índice sobre Inglaterra. Podría haber sido Japón, o Turquía, o Canadá, o incluso podía haber puesto el dedo encima del océano, con lo que hubiera tenido que repetir la tirada. Pero el destino estaba claro; me iba a Londres.

Con cincuenta mil pesetas en el bolsillo y una pequeña maleta me puse rumbo a Bilbao, donde el avión partía hasta Heathdrow. Había pasado casi un mes desde que lo decidí, y este era el paso definitivo.

Había tenido poco tiempo para pensarlo, pero el tiempo justo para
comprar el billete el día 1 de septiembre, decirle a mi gente que me íba (debía ser el día 3, dos días antes de partir), hacer la improvisada maleta y despedirme de Vitoria.

Al poner el primer pie en aquel microbus con destino Sondika, sabía que empezaba una nueva vida. Una nueva forma de ver las cosas. Miré hacia atrás para despedir a mi madre y al chico con el que había compartido mis últimos meses y les vi llorar como si todo hubiera acabado. Al rato, mi despertador sonaba en la maleta. Nos acompañó todo el viaje sonando. Nunca se me olvidará ese detalle porque tenía una carga emotiva muy importante: era el momento de mi despertar.
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La primera vez que escuché la frase Please, mind the gap, no sabía ni qué quería decir mind ni mucho menos gap. Esquiusmi espanis me don andestan era lo más evolucionado en mi dialéctica inglesa a mi llegada a la gran ciudad.

La conexión del metro desde el aeropuerto al centro de Londres me dejó en alguna calle por la que acabé dando vueltas hasta que la amiga de mi hermana me vino a recoger.

Me había puesto en contacto con ella, que en realidad era más amiga del exmarido de mi hermana que de ella y yo ni siquiera la había visto en foto, hacía unos días. Iba a ser el enlace en aquel país extraño, mi nexo con algo conocido: mi familia.

Pasé todo el día en un estudio fotográfico en la parte más oscura de los barrios viejos. Luces, fogonazos. Estaba aturdido. No entendía nada. Y al rato vino la madre para llevarme a su casa a dormir. Me acojían ese día; yo pensaba que debían un favor a mi hermana. Era tan inocente…

La madre era mi receptora última. Yo, como estaba en la innopia, tardé dos días en darme cuenta de ello. Ella me decía que me podia quedar en el sofá todo el tiempo que quisiera pero claro, yo necesitaba buscarme las alubias para poder seguir en Inglaterra más tiempo. Cualquier cosa acababa dando un bocado enorme a mi pequeña cartera, en la que las pesetas estaban muy escondidas.

La primera noche fuera de mi habitat el gato de Jam se comió el bocadillo de jamón que me había preparado mi madre.
La segunda noche me planteé por dónde empezar.
La tercera noche ya había empezado.

Jam era la madre de la amiga de mi hermana. ¿Cómo la podría describir? Era una mujer de una edad indefinida, de las típicas que sabes que calcules la edad que calcules vas a equivocarte por mucho pero no sabes si hacia arriba o hacia abajo.
Conmigo hablaba un castellano que tenía casi olvidado por el paso de los años. Yo juraría que tenía ascendente hispano. Sus facciones lo decían. Algún día me dijo de donde venía, me contó dónde nació, me contó donde estudió, pero yo debía estar muy ocupado en otros asuntos y no la escuché.

Así que sólo me queda sacar de mi imaginación todos los datos que me faltan.


El segundo día me llevó a desayunar fuera. El del día anterior, a base de Marmite y English Breakfast Tea me dejó un agujero en el estómago.

Así tuve la posibilidad de empezar a tener digestiones de las de verdad y estar preparado para la maravillora gastronomía inglesa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ains que fallo lo de no escuchar a Jam con lo que me gusta cotillear, haber si continuas que quiero mas....desde luego ole tus huevos y tu hambnre por comerte el mundo. Besos desde Muskiz.