11 de abril de 2006

Mermelada de coches- Parte 2

Con mi ropa de niño bien gasteiztarra, mis pobres conocimientos de la lengua inglesa y mis ganas de comerme el mundo, empecé a recorrer la ciudad en busca de un empleo.

Todas las puertas estaban cerradas, llegúe a pedir trabajo hasta en la cafetería de un centro de jardinería. Quién me iba a decir que pasaría por aquel centro mis tardes tiempo después.

No veía otra opción que la hostelería. Yo ya en Vitoria había trabajado de camarero extra en restaurantes, para la bbc, es decir, bodas bautizos y comuniones.

El tercer día que iba, fue un día que desayuné con Jam. Me presentó a una de sus amigas, la dueña del coffee shop, una mujer muy simpática que estaba al menos tan loca como mi amiga. Luego, con calma, me acompañó hasta ELT, una escuela de inglés para pijos europeos en pleno Clapham, donde me hicieron una pequeña prueba de acceso (es lo bueno de ir con ua profesora a hablar directamente con la directora de un centro) y quedé admitido para el segundo curso.
Segundo curso ¡dios mio! ¿Para esto me habia servido mi sobresaliente en inglés de COU?. En fin, al menos ya era alumno de English Language Training.
La escuela, siempre sin ánimo de lucro o al menos sin ánimo de que nos enteráramos de que era con ánimo de lucro, organizaba a los alumnos que venían con una mano delante y otra detrás y les buscaban una habitación dentro del seno de una familia inglesa.

A pesar de que Jam lo veía pronto, era hora de que yo emigrara. Me asignaron una familia llamada los Broken, (sé que suena a coña pero ese era su apellido), que vivían cerca de The Avenue, al lado oeste de Claphan Common.

En las dos semanas que viví allí solo hablaba con mi compañero japonés que estaba desquiciado, sólo comía arroz y sobrevivía metido en la habitación. Los Broken no solían estar en casa, ni sus dos hijos que estaban para untar pan, de unos 21 y 24 años.

Mi primera compra fue en un ASDA, unos supermercados donde todo parecía de plastilina. La fruta brillaba como si la acabara de poner la bruja de blancanieves en la estantería. Y así sabía todo: a plástico.
Páatanos de plástico, pizzas de plástico. ¡¡No podía ser verdad!! Era el sabor de la comida en United Kingdom.

Tenía escuela de inglés y casa en una sola mañana. Jam era mi estrella. Tenía que aprovecharla. comimos en un fish&chips cerca del parque de clapham y nos dirijimos hacia Sloane Square. De nuevo entré en cada uno de los lugares de la Old Fashioned King's Road, donde llegúe, en el número 77 a uno de los restaurantes más caros de Londres. Benihana.

Mi inexperiencia en comida japonesa poco servía. Buscaban un ayudante de camarero. Un limpiador de Teppanyaki, la plancha sobre la que se cocina la comida delante de los clientes. Y allí empecé a trabajar. Necesitaba dinero y poco me importaba quemarme las manos en aquellas planchas al rojo vivo. Estaba aprendiendo, estaba empezando. Tenía que ser así.

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